Gritos de alarma surgieron de entre las tiendas del campamento drow. Lidris y Taryc se mantuvieron alerta y escondidas tras la gran tienda de lona, todavía invisibles y asidas de la mano. Desde su posición no podían ver los braseros de la zona central, pero pudieron distinguir numerosas sombras que se movían con rapidez de un lado para otro a lo largo de la meseta rocosa. Muchas portaban espadas y lanzas.
Lidris percibió un súbito movimiento en el interior de la tienda y presionó con fuerza la mano de su compañera. Dos soldados se encontraban discutiendo con el mago drow, que les gritaba órdenes en su melodioso idioma. Tras una corta discusión, cuando parecía que los soldados iban a marcharse, un tercer hombre entró en la tienda arrastrando tras de sí los restos de una lanza rota. Cayó de rodillas ante los presentes, que se limitaron a mirarlo sin compasión alguna, y con gran esfuerzo intentó hablarles con un hilo de voz entrecortado que resultaba ininteligible. Lidris pudo distinguir sobre el soldado herido algunas piezas de lo que había sido una armadura metálica, ahora hundida y hecha pedazos debido a golpes brutales.
Tras terminar su narración y proferir un doliente quejido, el soldado cayó de bruces y permaneció inmóvil. El resto de los elfos drow presentes permanecieron en silencio hasta que el mago lo rompió con nuevos gritos y órdenes imperiosas. Los soldados no tardaron en marcharse con el cuerpo de su compañero y los tres eruditos que habían asistido a su líder no tardaron en seguirlos esgrimiendo varitas de aspecto amenazador.
El líder, en cambio, permaneció en la tienda. Paseó meditabundo hasta detenerse ante las dos esferas de ámbar, justo al lado del lugar desde donde las mujeres invisibles lo observaban a través del desgarrón de la lona que los separaba. Su rostro era una máscara de rabia e impotencia, mezclada con un profundo odio. Alargó una mano intentando tomar algo que había en el interior de la esfera del hombre humano, pero no pudo atravesar la sólida superficie de ámbar acristalado. Su rostro se retorció aún más y dejó escapar unas palabras roncas que Lidris interpretó como una maldición. Acto seguido se dio la vuelta en dirección a la entrada de la tienda, por la que pasó tras tomar una fina y alargada vara de piedra lisa.
Tan pronto como el mago drow salió de su vista, Lidris dio un paso en dirección a la tienda. Taryc tiró de su mano para detenerla y ambas permanecieron unos momentos más en silencio. Lidris suspiró con fuerza, sus brazos hormigueando de la tensión, deseosa de acabar con su misión y salir de allí antes de tener que enfrentarse a toda una banda de guerreros drow. Por fin, sintió como Taryc se adelantaba hacia la abertura y, ayudada de una daga, rasgó hasta el suelo el agujero por el que habían estado oteando.
-Estaba deseando que hicieras eso -comentó Lidris en voz baja.
-Intenta no hacer ruido. Ve a la entrada principal y cierra el toldo. Vigila por si se acerca alguien.
Lidris asintió aún a sabiendas de que Taryc no podía verla y soltó su mano. Ambas entraron en la tienda y, mientras los livianos pasos de su compañera se encaminaban hacia las enormes esferas doradas, Lidris puso rumbo a la entrada principal. Solo había avanzado unos pasos cuando la extraña criatura que se había mantenido inmóvil sobre la percha metálica a medio camino de la puerta saltó hacia ella emitiendo un agudo chillido.
La semielfa logró quitarse de su camino en el último momento. La criatura cayó de bruces al suelo cuando la cadena a la que estaba atada se tensó hasta su límite.
Lidris se recuperó de la sorpresa justo a tiempo para ver a su atacante incorporarse y agitar sus largas alas de murciélago entre jadeos y estridentes chillidos, elevándose de nuevo hasta su percha. No dejó de observarla durante todo el trayecto. Pero ¿cómo podía verla? Permanecía invisible.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que podía ver sus manos, sus brazos y sus ropajes.
-Mierda -soltó al tiempo que, con un salto, se agazapaba tras las mesas del laboratorio.
Cualquier destello, por pequeño que sea, puede percibirse en la oscuridad.
Este relato forma parte del Arco Argumental «Regreso a Casa», del Capítulo V de Vilia: Avatares del Renacer. Puedes encontrar todos los relatos relacionados con este arco a continuación:
- La Llama de los Elfos
- Amenazas en la Oscuridad
- Una mujer envuelta en luz
- Regreso a Casa: Un faro en la oscuridad
- Regreso a Casa: Huida a ciegas
- Regreso a Casa: Presentaciones pendientes
- Regreso a Casa: El destino de las almas
- Regreso a Casa: Perros de tíndalo
- Regreso a Casa: Xera’nel, la sacerdotisa de Yulus
- Regreso a Casa: Compañeros presos
- Regreso a Casa: El Dragón de Oro
- Regreso a Casa: el camino a seguir
- Regreso a Casa: de camino al campamento drow
- Regreso a Casa: planes de asalto
- Regreso a Casa: Infiltración en territorio enemigo
- Regreso a Casa: Pérdida de Contacto
- Regreso a Casa: Ashazaar se pone en marcha
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Autor: Ricardo García
Imagen: Stable Difussion with several models
Inspiración: Grupo 1 del Capítulo V de Vilia: Avatares del Destino