Regreso a Casa: el camino a seguir

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Taryc observó al extraño humano que decía ser un dragón. Le había dicho que su cuerpo había perecido pero que su alma continuaba atada a las Piedras del Dragón. Unas piedras que habían sido creadas durante la Separación.

Los elfos! Ellos crearon las Piedras junto a los atlantes. Ellos unieron tu alma y la del antiguo Dragoon. 

Jarklôre aplaudió a la muchacha.

-Así es. Quizás ellos puedan ayudarte.

Taryc suspiró, aliviada.

-Entiendo. Ahora veo qué camino puedo seguir. Y el dolor de cabeza ha disminuido considerablemente. Ir a ver a los elfos forma parte de nuestro plan inicial: tienen que enfrentarse con nosotros a Levain y terminar este estúpido conflicto con los atlantes. Y estoy segura de que querrán ver la Llama de los Elfos… aunque no estoy segura de que debamos dársela.

>>Desde luego, encontrarnos con ellos sin la Llama es mala idea: podrían vernos como un peligro o peor aún: como enemigos. Así que debemos recuperar la Llama, para lo que debemos rescatar a nuestros compañeros presos en el campamento drow. 

Taryc iba sintiéndose mejor a medida que hablaba, el dolor de cabeza desapareciendo por momentos.

-Si puedes justificar tu curso de acción como el mejor para llegar a tu objetivo no tendrás muchos problemas, Taryc. Y cabe la posibilidad de que los elfos puedan ayudarte a eliminar la compulsión que estás sufriendo.

-¿Serán capaces de eliminar un conjuro impuesto por un señor demoníaco?

Jarklôre se encogió de hombros.

-Si alguien puede son ellos.

-Muchas gracias, Jarklôre. Me alegro de conocerte. Lo digo en serio.

El hombre volvió a reír.

-Y yo de conocerte a ti. Como Dama del Dragón tienes un peso enorme sobre tus hombros. Si has llegado hasta aquí no te estoy diciendo nada nuevo. Pero ahora tendrás a alguien a tu lado. No estás sola.

Taryc respiró hondo y asintió.

-¿Podré verte alguna vez? Es decir… fuera de aquí.

Jarklôre se llevó una mano a la barbilla, donde sus dedos empezaron a acariciar la larga cicatriz. Su ojo sano observaba a Taryc con intensidad, su sonrisa de repente inexistente.

-Quizás -dijo por fin-. ¿Por qué no vienes a verme cuando tengas un rato? Busca el bosque más cercano a Escisión. Fue allí donde fallecí. Es donde podrás encontrarme.

-De acuerdo. Cuenta con ello. En cuanto tenga la oportunidad iré para allá.

Jarklôre asintió y su imagen comenzó a desvanecerse, dejando a Taryc con una sensación de paz y tranquilidad que no había sentido desde que había despertado en Vilia.

-¿Qué haces? –preguntó Lidris, apareciendo de repente de la boca de la caverna.

Taryc se descubrió todavía agazapada contra la pared de roca. Le dolían los muslos y los gemelos y notaba los hombros en tensión. ¿Cuánto tiempo había pasado en esa posición? Con una risa clara, la primera que había dejado escapar desde su regreso a Vilia, se levantó.

-Estaba reflexionando, Lidris. Buscando algo de paz. Y sabiduría.

-¿Y la has encontrado? Porque desde luego pareces mucho menos tensa que cuando estabas discutiendo con Ashazaar.

Taryc asintió.

-Digamos que la paz y la sabiduría me han encontrado a mí.


La leyenda habla de siete Caballeros del Dragón. Durante la Separación, cuando los atlantes combatían entre sí a una escala de poder inmensa e innumerables vidas se perdían en cada batalla, los Caballeros del Dragón fueron elegidos para liderar a la humanidad hacia la victoria.

Creados por los atlantes y los elfos en las últimas estaciones de la guerra, su aparición en el campo de batalla supuso un potente acicate a la moral de los «mensch».

Los siete desaparecieron misteriosamente poco antes de producirse la Separación y se dice que es muy probable que esta desaparición fuese el detonante de tan escalofriante acto.

Este relato forma parte del Arco Argumental «Regreso a Casa», del Capítulo V de Vilia: Avatares del Renacer. Puedes encontrar todos los relatos relacionados con este arco a continuación:

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Autor: Ricardo García
Imágenes: Stable Difussion with several models
Inspiración: Grupo 1 del Capítulo V de Vilia: Avatares del Destino

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