El nuevo amanecer de Cartago

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Los gritos se sucedían al mismo tiempo que los empujones. Cientos de personas huían cuesta arriba, alejándose de la costa y del embravecido mar que atacaba con enormes olas la ciudad portuaria de Cartago. Vecinos, conocidos, compañeros y visitantes dejaban de lado cualquier atisbo de familiaridad y gran parte de sus pertenencias para ser los primeros en abandonar aquella ciudad condenada.

Silvia, por aquí! -exclamó un soldado westfalli a la mujer que lo seguía. 

Tomando su mano, la condujo con dificultad más allá del camino a lo alto de una pequeña loma. Algunos pequeños árboles se alzaban rodeados de verde pasto que se agitaba ante el viento proveniente del mar, mudos testigos de lo ocurrido en las últimas horas. La mujer se detuvo por fin allí, dejándose caer contra uno de los troncos de los árboles mientras intentaba recuperar el aliento, sus manos protegiendo su abultado vientre.

-Toma asiento. Creo que aquí estaremos a salvo -continuó el soldado mientras ayudaba a su compañera a sentarse y le dedicaba una leve caricia en la mejilla. Silvia respondió con una leve y cansada sonrisa, pero sus ojos no pudieron evitar desviarse rápidamente hacia Cartago.

La visión era desoladora. Gran parte de la ciudad había desaparecido bajo las olas. Del puerto solo quedaban algunos haces de madera hundiéndose y reflotando sobre la marea. La gran torre del Templo de Marmain sobresalía todavía entre las aguas, que la golpeaban sin cesar. Gran parte de sus tejas y azulejos azules habían sido arrancados, dejando ver la mampostería y las vigas de madera. De los barcos atracados en el puerto tan solo quedaban restos de madera y telas desgarradas, acompañados de barriles, cuerdas de amarre y un sin fin de otros restos que navegaban a la deriva. Numerosos cuerpos humanos estaban esparcidos entre ellos.

-Liveta, protégenos -murmuró Silvia sin poder evitar un sollozo.

John se agachó junto a ella y la abrazó.

-Tranquila -intentó calmarla-. Aquí estamos a salvo.

En ese momento hubo un nuevo temblor y ambos se agarraron al tronco del árbol junto al que se encontraban para no perder el equilibrio. Numerosos gritos de auxilio y miedo se elevaron desde el camino, pero ninguno de los dos se atrevió a moverse mientras continuaban observando el desolador paisaje, fascinados y horrorizados por igual.

-¿Qué es eso? -preguntó entonces Silvia.

-No lo sé -contestó a su vez Jhon, su mirada fija en el aterrador espectáculo que se sucedía ante sus ojos.

De entre las olas comenzaron a aparecer, a varias millas de la costa, las espiras y torres de una ciudad. Minaretes y puntas de cristal coronaban enormes edificios estilizados construidos en piedra de diversos colores, la mayoría desvaídos. El agua manaba con fuerza a través de numerosos huecos en las paredes y caía a raudales sobre otros edificios. Algunos no aguantaban su propio peso y comenzaban a desmoronarse.

Un enorme edificio de piedra parecía presidir el paisaje, una enorme cúpula de piedra agujereada coronando su torre más alta. A pesar de que acababa de salir del fondo del mar, sus paredes parecían mantenerse en un estado mucho mejor que la mayor parte de las construcciones que la rodeaban. Un tenue fulgor blanquecino parecía manar de sus columnas.

-Dioses, ¿qué está ocurriendo con el mundo? -preguntó John con desesperación e impotencia. 

Durante el último año se había esforzado por proteger a sus conciudadanos y a su región, había hecho lo imposible por cuidar de su nueva familia, de asegurarse de que la ciudad donde sus hijos fueran a criarse fuese segura y amable. Y en cuestión de horas veía como su mundo se deshacía en pedazos, sustituido por lo que parecían restos de un mundo distinto, atemporal y totalmente ajeno a ellos.

Como él, muchas de las personas que habían logrado sobrevivir a la catástrofe no lograban procesar cómo su vida podía cambiar tanto en tan solo unas pocas horas.


Ciudad de Cartago, Cartago, Westfallia. 15 de Marmadarim (III) del 1509 d.S.

Tras la vuelta de la magia, restos del pasado se alzan de nuevo como fantasmas, lamentando las tragedias del pasado y las que están por venir.

Este relato es el último de las escenas cortas que se desarrollan justo en los primeros días tras el regreso de la Llama de los Elfos y sirve de contexto para los eventos que se sucederán durante el Capítulo 5: Avatares del Destino. Puedes ver los relatos anteriores a continuación:


Autor: Ricardo García

Ilustración creada en Dall-E 2

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