Realeza y Estirpe

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-¡Púdrete, traidor!

El soldado empujó a Steve Parvel a una minúscula celda de muros de piedra, haciéndolo tropezar y rodar hasta chocar contra la pared. La puerta de barrotes metálicos se cerró tras él, seguido de una sarta de insultos entánicos que fueron perdiéndose en la distancia.

-¿Os encontráis bien? -preguntó una voz de mujer, débil pero preocupada.

-Sí, estoy bien. No te preocupes -contestó Parvel, incorporándose con dificultad-. No me duele tanto el cuerpo como mi orgullo.

La mujer dejó escapar una risa débil.

-Reconozco vuestra voz. Sois el general del ejército entánico, ¿no es así? Steve Parvel. ¿Qué hacéis aquí?

-Ya no soy general, me temo -contestó el soldado con amargura que rápidamente se convirtió en sorpresa-. Llevo viajando desde hace dos estaciones para poder hablar con mi Rey y son sus órdenes las que me han arrojado aquí. Mis esperanzas de poder salvar a Entanas, de hacer a los reyes entrar en razón, se han ido. La Secta ya ha sentado sus raíces. Temo que ni siquiera los Dioses puedan salvarnos.

>>Pero no puedo evitar preguntar: ¿quién eres? ¿Cómo es que me conoces?

Unos pasos, cada vez más sonoros, fueron acercándose con rapidez. La mujer, a la que apenas había logrado echar una ojeada, le increpó alarmada:

-Tumbaros y no llamad la atención. No digáis nada o estaréis en peligro. Hacedme caso.

Aún más sorprendido, en especial por el tono imperativo de la mujer, Steve obedeció. Se tumbó con rapidez sobre la paja húmeda que pretendía hacer las veces de catre y se quedó en silencio.

Los ominosos pasos fueron acercándose con rapidez hasta que se detuvieron junto a la entrada de la celda. El sonido de una llave en la cerradura oxidada hendió el silencio y el chirriar de goznes metálicos lo sobresaltó, mas Steve cumplió la orden recibida y se mantuvo inmóvil.

-¿Cómo habéis pasado el día, majestad? -la voz cascada, grave y afilada de otra mujer resonó entre las solitarias piedras de la prisión. 

Steve se estremeció. No hubo respuesta.

-Imagino que no estaréis muy cómoda, pero me temo que no podemos hacer gran cosa al respecto.

Varios pasos, con ritmo pausado y amenazador, se sucedieron dentro de la celda.

-O quizás sí -continuó la peligrosa mujer-. Debéis notarlo ya, ¿no es así? Vuestro retoño y su… infrecuente… naturaleza.

-No sé de qué habláis.

Parvel reconoció por fin la desafiante voz de Bella Sigheon, Reina de Entanas. Mas, ¿no había sido ella, junto con el Rey, quien había dado la órden de encarcelarlo por traición? La sospecha de una nueva conspiración, un nuevo engaño perpetrado por la Secta del Dragón, se abrió paso en su mente.

-Sí que lo sabéis -prosiguió diciendo la desconocida-. En el estado en que os encontráis ya podéis sentir algo que extraño… anormal. Simples sensaciones, quizás, de tranquilidad o de miedo, que no son vuestras. Una consciencia aún por nacer, comenzando a tantear ya el mundo.

>>No sois la primera mujer a la que veo en este estado. Ni seríais la primera a la que alivio de la carga de cuidar a un… mestizo. Una monstruosidad que no encajará jamás en este mundo.

-¡No me toquéis! -gritó Bella Sigheon, tras lo que se produjo el silencio.

-No lo entendéis -comenzó a decir de nuevo la desconocida con lentitud-. No os imagináis lo que significa vivir en un mundo donde eres odiado por ser diferente. Donde ves cómo la humanidad se devora a sí misma e intenta llevarte a ti por delante. Pero no lo logra. Eres mucho más que humano, mucho más que cualquier criatura viviente. Eres casi un Dios

Una pausa, varios pasos en la celda contigua. Un llanto atragantado, lleno de miedo.

-El poder está bien… durante un tiempo. Pero luego descubres su origen, descubres la magnificencia y la gloria de un pueblo que es el tuyo… solo que no lo es. Para los Alados también eres un paria. Un deshecho que no merece siquiera una mirada o un poco de atención.

>>Y así pasas tus días. Esperando a que los humanos con los que te has criado mueran de viejos mientras tú mantienes tu juventud. Deseando la atención de quienes deberían haber sido tus padres. Pero no importa el poder que obtengas, no importa cuánto prolongues tu vida… Nunca serás uno de ellos. Nunca serás nada más que un despojo.

>>¿Es eso lo que deseas para tu hijo?

-No, eso no va a ocurrir -murmuró Bella, su voz apenas perceptible a través de los barrotes que separaban sus celdas.

-Ingenua. Inconsciente… Despiadada -la conminó la desconocida-. Ya he visto esto en otras ocasiones. Ya he encontrado madres que han prometido su vida por un hijo al que no podrían comprender. Y tú estás a punto de repetir ese error. Esa crueldad.

>>Yo puedo evitarlo. Incluso aunque no quieras…

-¡Detente!

Steve Parvel se levantó de golpe y de un salto llegó hasta los barrotes. Alargando los brazos intentó asir la figura de la mujer que, vuelta de espaldas hacia él, amenazaba a su Reina. Sus brazos estuvieron a punto de asir el pelo rubio platino de la figura cuando, de repente, se detuvieron. 

Los ojos púrpura de la desconocida lo taladraron con dureza, con un profundo odio. Y como si fuese un golpe, ese odio se coló en su cabeza y lo aprisionó, impidiéndole moverse. Sin poder mantener el equilibrio, con los brazos todavía extendidos entre los barrotes, el General acabó deslizándose hasta quedar tendido en el suelo. Sus músculos no respondían por más que lo intentaba.

-¡Basta! Dijisteis que no nos haríais daño -gritó Bella, saltando desde su catre hasta llegar al cuerpo inerte de Steve Parvel-. Ni a mí ni a nadie. Ya controláis Escisión: sus nobles, sus ejércitos… No nos torturéis más.

La extraña mujer de ojos violeta alargó un brazo hacia la Reina pero se detuvo de repente, como si dudase. Acto seguido se dió media vuelta y abandonó la celda cerrando la puerta metálica tras de sí.

-Cometes un error -dijo la cruel mujer mientras se alejaba.

Los brazos de Steve volvieron a responderle por fin, justo a tiempo para sostener entre ellos a la sollozante monarca.


Mazmorras de Escisión, capital del Reino Entánico. 15 de Marmadarim (III) del 1509 d.S.

La humanidad en la Terra Norte continúa, en gran medida, inconsciente de la amenaza y la manipulación de los poderosos seguidores de la Secta del Dragón. Sus complots, aunque a menudo retrasados e impedidos por diversos grupos de supuestos héroes, no han logrado desbaratar una organización cuyas raíces se encuentran muy profundamente enterradas en la política entánica.

Y aún dentro de los complejos entramados políticos, algunos continúan inmersos en una lucha personal que bien podría resultar eterna. Llevados por el odio, los conceptos de caridad y crueldad pueden tornarse muy confusos.

Este relato forma parte de las escenas cortas que se desarrollan justo en los primeros días tras el regreso de la Llama de los Elfos y sirve de contexto para los eventos que se sucederán durante el Capítulo 5: Avatares del Destino. Puedes ver los relatos anteriores a continuación:


Autor: Ricardo García

Ilustración creada en Dall-E 2

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