Regreso a Casa: Perros de tíndalo

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Ashazaar desenfundó su espadón, que comenzó a brillar tenuemente. La luz blanca que normalmente irradiaba el Legado de Thrain se había tornado parduzca e iluminaba una escena subterránea cubierta de tonos sepia. Taryc echó mano a su estoque mientras Lidris empuñaba una antigua espada larga.

De entre las sombras, un grupo de criaturas cuadrúpedas se acercaron a los compañeros con pasos irregulares, zigzagueantes. Su aspecto era el de sabuesos enjutos y huesudos, de morros afilados. No tenían ojos y parecían guiarse por algún otro inescrutable sentido, ajeno a cualquier criatura del mundo natural. Lenguas tubulares se escapaban de entre los pequeños y afilados dientes que dejaban entrever bajo pesados belfos que se abrían y cerraban con cada paso.

Lidris los observaba con un horror indescriptible. Taryc se hacía una idea de lo que debía estar sintiendo: no había pasado mucho tiempo desde que ella se enfrentase a unas criaturas que desafiaban toda la lógica de un mundo que pudiese considerarse ordenado; que dejaban entrever secretos horribles, oscuros e insondables; que iban más allá de la realidad tal y como la conocían.

Perros de tíndalo -dijo Taryc, rompiendo el ominoso silencio y esperando compartir su coraje con sus compañeros-. Mantente lejos de sus lenguas.

Lidris asintió, alzando su espada en actitud defensiva.

Fue entonces cuando las criaturas se lanzaron al ataque. Lo hicieron sumidos en un silencio antinatural, sus finas patas dejando apenas marcas sobre el suelo de piedra. Con trancos ágiles, se lanzaron sobre los compañeros en grupos de tres, alternando mordiscos con latigazos de sus lenguas prehensiles.

Taryc y Ashazaar contraatacaron con rapidez, sus aceros atravesando la carne malsana de las criaturas a las que alcanzaban. Lidris, sin embargo, se vio obligada a defenderse, abrumada por el envite del enemigo.

-¡Lidris! -gritó Taryc tras atravesar con su estoque el flanco de uno de los sabuesos, que cayó al suelo deshaciéndose en polvo. De un salto se lanzó sobre la semielfa justo a tiempo de evitar que los tres enemigos que la atacaban la hicieran tropezar.

Lidris dejó escapar un grito de dolor. Uno de los perros de tíndalo había logrado golpearla con su lengua que, como un cuchillo caliente atravesando mantequilla, había logrado abrirse paso a través de su armadura y de su carne sin dificultad alguna. Taryc observó la herida: un agujero limpio, abierto en el brazo derecho que comenzó a sangrar con profusión.

-¡Rodéalos! -la instruyó Taryc, que giró sobre sí misma esquivando la embestida de uno de los sabuesos.

Lidris asintió y se lanzó contra el flanco del perro de tíndalo empuñando su espada. El acero describió un arco perfecto, brillando en el punto más alto de la curva y atravesando a la horripilante criatura, que se deshizo en polvo.

Taryc tomó a la semielfa del brazo y ambas echaron a correr en dirección a la pequeña gruta que la semielfa había visto al subir a la cima de la colina.

-¿Y Ashazaar? ¡No podemos abandonarlo! -le increpó Lidris antes de entrar.

Taryc, en cambio, la empujó al interior. Quitándose la mochila, buscó varios trozos de tela y se volcó sobre Lidris para atender su brazo, ahora cubierto de sangre.

-Un sentimiento muy loable por tu parte -comentó Taryc mientras trabajaba-. Pero no tienes que preocuparte. Ashazaar sabe cuidar de sí mismo.

>>Por contra, si no atendemos esta herida, te desangrarás rápidamente y no podrás ser de ninguna ayuda a nadie más.

Lidris estuvo a punto de decir algo, pero entonces se dio cuenta del estado de su brazo y la cantidad de sangre que continuaba manando de la herida. Hizo un gesto de dolor al sentir la presión que las improvisadas vendas ejercían.

-Apenas noté el golpe.

-Las lenguas de estas criaturas pueden atravesar y consumir cualquier cosa. Son muy peligrosas -le explicó Taryc, que no dejaba de echar miradas furtivas a la entrada de la caverna-. Probablemente vas a empezar a sentirte mareada. Tómatelo con calma.

-¿Qué eran esas criaturas? -preguntó Lidris.

Siervos del Tiempo. Guardianes de la línea temporal o algo así. Me temo que no acabo de entenderlo del todo, pero parece ser que el Tiempo tiene conciencia o inteligencia y no le gusta que las cosas salgan de su control. Que cambien el destino.

-Pensaba que cada uno podíamos decidir nuestro propio destino -comentó la semielfa.

-Pues parece que el Tiempo tiene otro punto de vista.

Ambas mujeres quedaron en silencio, que fue roto por unos pasos que se acercaban hasta allí.

-¿Ashazaar? -preguntó Taryc hacia la oscuridad de nuevo densa que inundaba los alrededores. La figura del atlante apareció en la entrada de la caverna, su espada de nuevo enfundada.

-Aquí estoy. Os habéis perdido la mejor parte de la batalla.

-Veo que tú la has disfrutado -contestó Taryc, y tras echarle un vistazo más detallado añadió-: Han logrado golpearte. Estás herido.

Ashazaar hizo un gesto a Taryc para mantenerla a distancia.

-Estoy bien, solo me han rozado

-Por supuesto -comentó una nueva voz de mujer proveniente de las profundidades de la caverna en una marcada lengua común-. Nada puede hacer frente a un atlante.

La figura de una mujer de orejas puntiagudas apareció de repente. Su pelo caía liso sobre sus hombros, recubiertos por una pesada cota de malla que parecía haber sufrido golpes recientes. En su rostro destacaban sus ojos almendrados y sus pómulos prominentes, propios de una elfa drow. Su pómulo derecho estaba hinchado y amoratado y su nariz se había roto recientemente. Portaba una maza en una mano y el disco de metal de un medallón en la otra.

-¿Quién eres? -preguntó Ashazaar, su mano de nuevo en el pomo de su espadón.

La mujer dejó caer la maza y levantó las manos en señal de indefensión. Acto seguido, se dejó caer al suelo, postrándose en dirección al atlante.

Soy Xera’nel, sacerdotisa de Yulus y fiel sierva de la causa atlante. Habéis llegado en el momento más adecuado, mi señor. Nos han traicionado.


Taryc y su grupo han sido acosados en numerosas ocasiones por el enemigo que ellos denominan «el Tiempo». Envuelto en misterio, solo saben que está relacionada con una antigua fe, mucho más antigua que la Separación.

El primero en descubrir al Caballero fue Dart-Dos, un enano que clama haber viajado al pasado y haber vivido la Separación de primera mano, siendo llevado allí por su Dios Xitrain.

La constante parece ser siempre la misma: el Tiempo parece decidido a proteger una linea temporal específica, una forma en la que las cosas deben ocurrir. Un destino. Pero nadie sabe decir cuál es ese destino.

O casi nadie, como los Áugures. Como Kaith. Quizás es por eso por lo que la persiguen.

Este relato forma parte del Arco Argumental «Regreso a Casa», del Capítulo V de Vilia: Avatares del Renacer. Puedes encontrar todos los relatos relacionados con este arco a continuación:

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Autor: Ricardo García
Imágenes: Stable Difussion v2.1
Inspiración: Grupo 1 del Capítulo V de Vilia: Avatares del Destino

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