El despertar de la magia

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Timmy se escabullía entre los árboles y arbustos del Bosque de Kurlov con agilidad, algo que un joven de doce años de un poblado como Illya Assai haría con normalidad en un día cualquiera. Sin embargo hoy, como cada día de los últimos diez días, la excitación y la alegría habían dado paso al miedo y al horror.

El muchacho se detuvo a coger algunas bayas más con las que completar las nueces que portaba en el faldón de su camisa y no pudo evitar dedicar una mirada rápida hacia el sur, donde hasta hacía poco había estado su casa. Entre los árboles pudo vislumbrar una columna de humo negro que se alzaba en espesos nubarrones. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo con fuerza mientras tomaba algunas bayas más. Su hermana le hubiese reñido por detenerse.

En ese momento algo lo empujó con fuerza y lo hizo chocar contra el tronco de un árbol inmenso. El dolor fue espantoso, pero más intensa aún era la preocupación por toda la comida que había estado recopilando y que ahora se hallaba desparramada a su alrededor. Una risita estremecedora y cruel lo detuvo, sin embargo, helando la sangre en sus venas.

-Parece que hemos encontrado un cachorro perdido -dijo una voz siseante en una horrible tergiversación de la lengua común.

Timmy intentó incorporarse pero una mano con garras y recubierta de un ralo pelaje verde lo empujó de nuevo entre risas. Con miedo, el niño se volvió para enfrentarse a dos criaturas vagamente humanoides, cubiertas de pelo verde y con brazos largos terminados en manos fuertes de dedos ahusados. Sus ojos negros lo observaban con malicia, saboreando su miedo.

-No, por favor… -suplicó Timmy entre lágrimas-. Llevaos la comida. Por favor, no me hagáis daño.

Una de las criaturas simiescas se adelantó y agarró al niño por el cuello, alzándolo del suelo entre risas. Timmy no podía respirar. Pataleó con toda la fuerza que tenía, pero no logró escaparse. Un potente calor comenzó a llenar su pecho.

-Tú eres la comida -dijo la cruel criatura con una amplia sonrisa de dientes rotos.

Y entonces el calor que Timmy había sentido en su pecho subió por sus brazos hasta sus manos y abandonó su cuerpo en una potente llamarada que envolvió a su captor. Timmy cayó al suelo mientras el ser de pelaje verde gritaba de dolor, rodando sobre la pinaza e intentando detener, sin resultado, el fuego de llamas violeta que bailaba sobre su cuerpo.

La otra sombra verde lanzó un grito cargado de extrañas palabras que no podían ser otra cosa que una maldición. Se lanzó hacia Timmy, que todavía tosía indefenso, empuñando un cuchillo de hueso. Y en el mismo momento en que hizo descender su arma, otra figura musculosa y de piel gris la embistió, lanzando al malvado simio por los aires.

Timmy pudo ver otra criatura de aspecto humanoide, de amplias espaldas y con piernas y brazos abultados. Su rostro parecía casi humano pero su nariz era achatada y no tenía pelo en la sien. Sus ojos pequeños y su boca amplia le recordaban a los de un cerdo, pero sus ojos rojos, desbordantes de ansia de sangre, despejaban cualquier parecido con el animal de granja. En sus manos portaba una enorme hacha que alzó de nuevo para dejar caer contra la sombra verde.

El niño no esperó a ver qué sucedía. Incorporándose, se lanzó a la carrera y desapareció entre los árboles. Durante muchos días no podría dejar de soñar con monstruos.


El orco acabó con su presa con facilidad, limpiando la hoja de su hacha contra el sucio pelaje de la sombra verde. Se volvió hacia el otro cuerpo chamuscado que yacía inerte y lo empujó con el pie. Decepcionado, el orco soltó un bufido y se dió la vuelta para marcharse.

El peso de una raíz enorme cayendo sobre su cabeza le impidió hacerlo. Tanto el orco como el cuerpo de la sombra verde desaparecieron ante una enorme mole de madera y hojas que, con un movimiento lento y fluido, sentó sus raíces donde habían estado ambas criaturas. Sus ramas se mecían al ritmo de un viento que no corría en ningún otro lugar del bosque. Sus hojas susurraban suavemente, un mensaje urgente a otras criaturas del bosque, a otros de sus guardianes.

Pero el mensaje, para el ent y para su progenie, era claro: el mundo había cambiado. La magia había vuelto. Y la tierra, el cielo y los seres que la protegen debían volver a alzarse, una vez más, para contenerla.

Al fin y al cabo, ¿qué podía traer de bueno una energía caótica como esa?

Absolutamente nada.


Sur de Bosque de Kurlov. Comarca de Endia Assai, Provincia de Media Esuarth, actualmente independiente. 15 de Marmadarim del 1509 d.S.

El regreso de la magia coincide con una época tumultuosa. Tanto aquellas regiones que no estén envueltas en conflictos bélicos, la provincia de Media Esuarth y el norte del Bosque de Warath entre ellas, como aquellas que han logrado evitarlos hasta ahora pueden notar los cambios.

Algunos efectos son enormes, como el color del cielo o las montañas que explotan. Pero otros son pequeños, imperceptibles… Y puede que mucho más peligrosos.

Este relato forma parte de las escenas cortas que se desarrollan justo en los primeros días tras el regreso de la Llama de los Elfos y sirve de contexto para los eventos que se sucederán durante el Capítulo 5: Avatares del Destino. Puedes ver los relatos anteriores a continuación:


Autor: Ricardo García

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