La Separación

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El choque de sus espadas y de sus voluntades fue tan intenso que hizo temblar las estrellas del firmamento.

El vacío fue atravesado por destellos de luz divina y por zarcillos de oscuridad primigenia. Toda la creación se estremeció bajo la lucha feroz de dos hermanos que pugnaban por imponer sus designios sobre el lienzo hecho pedazos de la realidad.

Thrain empuñaba su espada con la ira justa del que había sido llamado Padre de los Dioses. Un halo de luz lo envolvía, convirtiendo el caos a su alrededor en titilantes lanzas que, como relámpagos, eran enviados contra su hermano y mortal enemigo. Levain, envuelto en un aura de caos y destrucción, se defendía deshaciendo los ataques que recibía en pura entropía, deslizándola de nuevo con sibilino ahínco contra el Gran Padre. Su espada hendía el espacio que separaba a ambos Dioses, deshaciendo la energía y la materia en polvo y en Caos; chocando contra el arma de Thrain en busca de un resquicio donde poder socavar su tenacidad desde el interior.

Los Dioses lucharon durante siglos, los cuerpos yacientes de sus aliados dispersos por el campo de batalla. Solo Liveta, la Diosa de la Luz y consorte de Thrain, observaba entre lágrimas el horror que tan desproporcionado combate había causado. No osaba intervenir.

La batalla parecía no tener fin. Ninguno de los Dioses cedía un solo milímetro. Cada estocada era detenida en un choque desgarrador. Cada finta era respondida con una defensa férrea. Cada argucia era desarticulada con una imparable fuerza de voluntad.

Entonces, Levain, sabiendo la imposibilidad de ganar a su hermano en una lucha justa, utilizó su última argucia. Bajando sus defensas se dejó golpear. El cuerpo y la consciencia del Dios Olvidado se estremecieron y cayeron al Caos Primordial que envolvía el campo de batalla. Thrain, viendo a su enemigo vencido, dejó descansar su espada y se dirigió a él, su justa furia ardiendo en su mirada:

Tu traición acaba aquí, hermano. Prepárate para perderte en el caos eterno que tanto atesoras. No puedes vencerme.

Levain rio con sorna antes de contestar.

-Ya te he vencido, hermano -dijo haciendo un gesto con su mano, que comenzaba ya a deshacerse-. Mira a tu alrededor. ¿Qué queda de la creación que tanto anhelabas proteger? Todo lo que hay alrededor es Caos. La Separación que había predicho se ha cumplido.

Y Thrain observó y se dio cuenta de que su hermano, aún vencido, tenía razón. Su creación yacía en pedazos, dispersa por el firmamento. Muerta.

Lo que fue creado una vez puede ser creado de nuevo -anunció Thrain con determinación.

E introduciendo sus manos en el Caos Primordial tomó los fragmentos de su creación anterior. Con sus dedos, guiados por su voluntad inquebrantable, fue creando un mundo: un lugar de orden en mitad del firmamento. Y lo iluminó con la luz y el fuego divino que eran suyos por derecho. Así fue creada la Terra Conocida.

Pero Levain volvió a reír entre estertores mientras su esencia se disipaba en el Caos a su alrededor.

-Estúpido -dijo-. Has llevado a cabo tu creación partiendo del Caos más absoluto. Este nuevo mundo porta mi propia semilla en su interior y algún día dará fruto. ¡He vuelto a ganar!

Y Levain se desvaneció por siempre, dejando a Thrain con un mundo iluminado pero no eterno, un trozo de orden envuelto en Caos, nacido del Caos. El Dios se lamentó, viendo su eterna derrota en la derrota del propio Levain, sabedor de que su destino sería el mismo que el de su hermano. Y fue entonces cuando Liveta, acercándose con afecto a su amado, le susurró al oído:

-No sufras, amor, porque tu creación no sea pura. No sufras por el odio de Levain ni por su engaño envenenado. Observa este nuevo mundo: inocente, recién nacido.

Thrain lo hizo y pudo ver infinidad de detalles en sus montañas, hermosas llanuras y largos valles, profundidades abisales en sus siempre oscilantes océanos. Y en todo ello vio Thrain lo quería decirle su amada y que, juntos, dieron a luz: esperanza.

Este mundo merece ser guiado y cuidado para que pueda existir eternamente -concluyó el Justo Padre, y Liveta asintió.

-Tu deseo se hará realidad.

Y acto seguido Liveta, la Gran Madre, se inclinó sobre la Terra Conocida y la envolvió con sus brazos. Con un suspiro dejó escapar una parte de su divinidad, impregnando con ella el mundo y dando forma a centenares de seres que lo habitasen. Con su último hálito, el más profundo, dio forma al ser humano y lo colocó a sus pies, envolviéndolo en su infinito amor.

-Esta creación es tanto tuya como mía -anunció Liveta volviéndose hacia Thrain-. Yo les enseñaré la bondad y el amor que los acerquen a la divinidad. Tú le inculcarás la fuerza, la lealtad y el sentido de la justicia necesario para que se mantengan firmes en su cometido divino.

>>Y juntos podremos salvar este mundo de la depredación del Caos.

Y así, ambos Dioses observaron su creación, complacidos.

extracto de Creación y Vida, uno de los textos sagrados de la religión de Liveta.


Ninguno de ellos pudo sentir como una voz susurraba desde las profundidades del firmamento, como una letanía proveniente del Caos más infinito y primordial:

-…y el Caos llegará a todos los rincones de la existencia…

anotaciones encontradas en una versión modificada, utilizada en un culto secreto a Enihira, Diosa del Dolor.


Ricardo García
@BardoVilia

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