Estirpes de Ladrones, parte I: Primeros Compases

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– Odio este barrio – Jacob murmuraba, escupiendo en el suelo con cierto desprecio.

– Qué me vas a contar, al menos a ti no te miran como si fueses un niño perdido. Parece que nunca hayan visto a un lanan en el distrito noble – dijo Eric irritado, mirando a su alrededor y frunciendo el ceño a todo aquel que le dirigía una mirada de curiosidad – A ver si Conrad se da algo de vida y terminamos el trabajo.

El ambiente en la Escuela de Ingeniería de Puerta de las Tormentas era frenético. Alumnos corrían de una clase a otra cargados con carpetas enormes y un elevado murmullo cubría el ambiente provocando una ligera migraña a los ladrones, que estaban acostumbrados al ambiente más tranquilo de los barrios bajos. Tan fuera de juego estaban, que no se dieron cuenta de que su compañero, Conrad, había vuelto hasta que le escucharon hablar.

– Vale, he tenido una “entrevista” con el orientador del centro, y resulta que los planos de edificios reales se utilizan en los últimos cursos o en exámenes especiales, y están guardados en un archivo en el sótano. Eso sí, sólo se pueden sacar con permiso de uno de los profesores, así que… ¿Cómo hacemos esto?

Los tres se quedaron pensativos un momento, hasta que Jacob dijo:

– Vale, seguidme, creo que tengo un plan. Más o menos.

Intercambiando una mirada de curiosidad entremezclada con duda, Conrad y Eric siguieron a su compañero, que se dirigía a las escaleras que bajaban al sótano.
Tras seguir los carteles indicativos, el grupo llegó a una sala marcada como “Archivo”. Allí encontraron un pequeño recibidor, separado de los archivos físicos por un muro con una apertura que servía como mostrador en la que un archivista de aspecto aburrido garabateaba algo en una libreta. Una puerta cerrada junto al mostrador permitía pasar de una sala a la otra.

En cuanto los ladrones entraron por la puerta, el archivista levantó con desgana la mirada hacia ellos para inmediatamente volver a poner su atención en su libreta.

Jacob guiñó un ojo a sus compañeros y, cogiendo a Eric del brazo, se dirigió hacia el mostrador. El archivista levantó de nuevo la mirada. Con un suspiro de frustración cerró su libreta y forzó una media sonrisa:

– ¿Sí? ¿En qué puedo ayudarles?

– ¡Buenos días, caballero! Magnífica mañana, ¿no es cierto? Verá usted, venía en busca de un plano concreto, y me han dicho que es aquí donde lo encontraría.

Un poco sorprendido por la energía de su interlocutor, el archivista se irguió un poco y respondió:

– Eh… sí, ciertamente, aquí es donde guardamos los planos. ¿Puedo ver el permiso firmado del profesor que se lo ha encargado?

– Ah, pero buen hombre, yo mismo soy quien lo ha encargado, puesto que soy uno de los nuevos profesores de esta magna institución. Hoy es mi primer día, de hecho, y me han encargado que le haga el examen de admisión a este precoz chaval que traigo conmigo. ¡Dicen que es un genio y que sería la persona más joven en ser admitida en la escuela si supera el examen! – Las palabras de Jacob generaron una mirada de intenso odio por parte de Eric, pero éste supo recomponerse antes de que el archivista se diese cuenta – parece ser que con la agitación de los últimos días no han tenido tiempo de añadirme todavía a las listas – Jacob guiñó un ojo -, pero seguro que eso no será un problema, ¿verdad?

El archivista miraba a Jacob con los ojos bastante abiertos. Detrás suyo, Conrad hacía lo que podía para aguantarse la risa. Eric, por su parte, estaba planeando un asesinato.

– Eh… no, lo siento – dijo el archivista tras un minuto de completo silencio – pero me temo que necesito un permiso firmado por alguien que esté en la lista. Registros de entrada y salida y demás. Le recomiendo que busque a algún otro profesor para que se lo firme y…

Las palabras del archivista se vieron interrumpidas por el impacto de una daga clavándose en su mostrador. La sonrisa de Jacob no había desaparecido, pero sus ojos parecían desprender una absoluta ira homicida.

– Creo que no nos hemos entendido. Vamos a sacar esos planos. El futuro de este jovenzuelo está en juego, y no querrías ser responsable de eso, ¿verdad?

La sorpresa inicial del archivista estaba dejando paso a un absoluto terror, y poco fue capaz de hacer más allá de asentir. Los compañeros de Jacob lo estaban mirando con la boca abierta.

– Bien – continuó Jacob – entonces tráeme los planos de la mansión de Andrea Rockstead, si eres tan amable. Y no te preocupes por anotar nada ni decirle nada a nadie sobre esto. Ya me encargaré de informar a los responsables yo mismo. ¿Nos entendemos?

De nuevo, el empleado no pudo hacer más que asentir débilmente. Acto seguido desapareció tras el mostrador, y a los pocos segundos estaba de vuelta con una gran rollo de pergamino.

– Gracias por su ayuda, ha sido muy amable – Jacob cogió el rollo de pergamino y salió de la habitación, seguido por sus atónitos compañeros.

– Bueno, no se si el jefe habría estado muy de acuerdo con estos métodos – dijo Eric una vez fuera del edificio, aparentemente habiendo olvidado su enfado anterior – pero sea como sea ya tenemos los planos. ¿Ahora qué?

– Lo siguiente es conseguirnos un agente en el interior. Probablemente los perros del Alfa intentarán un asalto directo, pero si nosotros conseguimos que nos abran la puerta del sótano podemos entrar y salir en tiempo récord y sin llamar la atención.

Conrad abrió un rollo de pergamino que llevaba consigo.

– Hay unos cuantos posibles objetivos para esto, pero nuestra mejor opción estará esta noche en la taberna “Pan Duro”. Vamos a ello.

Esa noche, el grupo se dirigió a una de las zonas más humildes del distrito residencial, donde se encontraba la mencionada taberna. El ambiente era festivo, y los parroquianos habituales, esuarthianos de pura cepa, llevaban ya unas cuantas copas encima cuando los ladrones llegaron.

Un rápido vistazo les permitió encontrar a su objetivo, un curtido undino ya algo entrado en años pero todavía en buena forma que bebía con algunos de los habituales. Conrad se acercó a él.

– ¿Umar Volgen? Queríamos hablar contigo, tenemos un negocio que proponerte.

El undino se giró hacia él, derramando parte de su bebida, y tras mirarlo de arriba a abajo sacudió la mano para que se fuera.

– ¿Negocios, chico? Estoy en mi rato de descanso, y aquí sólo hablo con quien bebo. Lárgate.

Como respuesta, Conrad se volvió hacia la camarera.

– Señorita, traiga una ronda para mis amigos de esta mesa, a mi cuenta.

Esas palabras provocaron vítores por parte de los camaradas de Umar, que agarraron a Conrad y lo obligaron a sentarse con ellos y acompañarlos en la bebida. Mientras, Eric y Jacob optaron por la discreción y se sentaron en una mesa más apartada, esperando a ver qué salía de esto.

Tres rondas completas después, Umar dio una fuerte palmada en la espalda de Conrad que casi le saca el espinazo de sitio y le pasó el brazo por los hombros, acercándose más a él.

– De acuerdo, chico, no eres mal tío. Tienes mi atención. Vamos a sentarnos con tus amigos y me cuentas de qué va esto.

Con un suspiro de alivio e intentando andar recto, Conrad se dirigió hacia la mesa en que estaban sus compañeros y empezaron a negociar. El plan: Umar era jardinero en la mansión de Andrea Rockstead, lo que le permitía cierto acceso a la mansión. A cambio de una interesante compensación económica, lo único que tenía que hacer el undino era dejar una puerta concreta del sótano abierta para que el grupo pudiese entrar. Sería un visto y no visto, y no habría nada que les relacionase.

– Suena interesante, la verdad, y no tengo ningún aprecio por Rockstead – dijo Umar – pero tenéis que comprender que es un buen sueldo y tengo familia que mantener. No lo haré por menos de 50 dragones de oro – una sonrisa se dibujó en la cara del undino – y un pequeño extra.

Eric suspiró.

– Siempre hay un extra. ¿De qué se trata?

– En la sala de exposiciones de la mansión hay una armadura, una coraza ornamental con grabado rúnicos. La quiero. Dadme vuestra palabra de que la traeréis y tenemos un trato.

Los ladrones se miraron. Transportar una armadura iba a dificultar bastante la operación, pero no era un mal trato, y quizás podían aprovechar el ir a la sala de exposiciones para hacerse con algún extra para ellos mismos. Conrad se encogió de hombros.

– Trato hecho – y estrechó la mano del jardinero.

– Perfecto, chicos, perfecto, ¡esto hay que celebrarlo! ¡Chica, trae tres rondas completas para esta mesa! ¡Pagan mis nuevos amigos!

Iba a ser una noche muy larga… y no iba a ser precisamente la última. Pero la banda de la Mangosta saldría triunfante. Como siempre.

———-

Autor: David Russo
Escuela de Ingenieros, Distrito Gubernamental de Puerta de las Tormentas.
Taberna «Pan Duro», Distrito Residencial de Puerta de las Tormentas.
Media Esuarth, Reino de Entanas.
35 de Ragniar del 1487 d.S.


Estirpes de Ladrones fue un conjunto de tres partidas que llevamos a cabo durante el FicFest, el día 5 de Mayo de 2018. Este relato está basado en los hechos llevado a cabo durante esa partida, que quedan canon en el mundo de Vilia.

Ambientada inmediatamente después de «Un Misterioso Encargo«, nuestro primer librojuego, se basa en los intentos de hacerse con el paquete que la Mensajera llevó a Andrea Rockstead. Puedes leer la conclusión de «Un Misterioso Encargo» aquí.

No te pierdas el resto de la historia. ¡Y prepárate para participar en la continuación!

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5 comentarios

  1. Hombre, sabemos que no les salió TAN bien.

    🙁 Pobre barda… se acercó TANTO TANTO y…

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